Las mañanas otoñales son proclives a ofrecernos rincones urbanos solitarios y desdibujados por la niebla. Encuadres desenfocados tras una cortina de lluvia, o paisajes difuminados por las altas concentraciones de humedad en la atmósfera de los entornos marinos.
Es como si la naturaleza quisiera ocultar a nuestros ojos la promiscuidad de la realidad cotidiana, ensuciada por la acción deshonesta del hombre sobre la obra de la que es responsable, o el paisaje mutilado por su intervención transformadora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario