Puente de La Constitución, o de la Inmaculada, al fin y al cabo da lo mismo, ninguno de los dos términos ha logrado producir en mi interior otro sentimiento que no sea el del alejamiento, el de huir de la cotidianidad, de lo vulgar, del vacío.
Por fin he logrado hacer algo nuevo en esta parte del año aunque, al menos aparentemente, sea bien parecido a lo que los mercados imponen. Tengo mi pulserita en la muñeca derecha que me exime de todo pago, como marcan los cánones de toda escapada que se precie, y la totalidad del tiempo libre para tumbarme a la bartola sin realizar ningún tipo de actividad. No hay entonces nada de lo que quejarse. Los mejores folletos turísticos nos ofrecen a diario ofertas semejantes. Tan solo la lectura de los titulares de la prensa y los escandalosos noticiarios de los caducos canales de TV me están estropeando el viajecito que la sanidad pública -entidad en vías de extinción- me ha preparado. Todos ellos anuncian tiempos tormentosos, precursores de galernas, huracanes y todo tipo de fenómenos atmosféricos claramente nocivos para los habitantes de esta España nuestra.
De Asturias ¡ Mejor ni hablar! Entran ganas de de no salir de este remanso de paz hospitalaria para tener que enfrentarse al mar embravecido que la clase política nos provoca, no sin la conformidad de algunos ciudadanos si hemos de hacer honor a la verdad.
¡Que el próximo cuatrienio os coja confesados!- A quienes sois gente de fe-.Yo, personalmente, desde mi escepticismo ya me venía vacunando con las dosis de veneno que nos iban inyectando quienes se proclamaban socialistas.
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