Cuando los últimos rayos de sol acarician tangencialmente el asfalto del poniene gijones, el paseante dirige sus pasos hacia los últimos vestigios de lo que otrora fueran los terrenos de la industria naval gijosesa. ¡La Semana Negra ha comenzado!
Otros son hoy los metálicos brillos que los postreros reflejos le ofrecen al paseante. La especulación inmobiliaria ha dado paso al brillo del neón donde otrora acampasen los fuegos multicolores de sierras y soldaduras. El sonido producido por los caldereros ha sido sustituido por la algarada de las atracciones de feria.
El único trabajo manual que allí se contempla hoy en día es el desarrollado por los artesanos que se entremezclan entre librerías, atracciones, exposiciones, actos culturales y establecimientos hosteleros dispuestos a aplacar el hambre y la sed del viandante, así como a satisfacer otro tipo de necesidades perentorias.
Pues parece ser que el pasado 7 de Julio -San Fermín- Dirigieronse al citado recinto dos individuos de dudosa catadura, acompañados de sus esposas y algunos amigos, con aviesas intenciones. Puestos en contacto con las autoridades nos han comunicado que no resulta de extrañar el resultado final de esta rocambolesca historia si tenemos en cuenta la doble vida que hasta el momento han llevado los imputados.
El primero, que responde al nombre de José Antonio Conde Lafuente, ejerce sus labores de jardinería en Zaragoza, tapadera esta que le ha permitido publicar numerosos libros de poesía, así como impartir conferencias, pintar cuadros y realizar todo tipo de acciones subversivas como las mencionadas, siempre en el campo de una actividad tan peligrosa para el bien social como, sin lugar a dudas, lo es la cultura.
En cuanto al segundo, que se hace llamar Emilio Amor Alonso , oculta sus fechorías tras la figura de un honrado padre de familia y agente de seguros de nuestra ciudad. No tan solo pinta y escribe libros de poesía -generalmente bajo el seudónimo de Samuel Stauwton- sino que resulta ser el responsable de una sección de la revista gijonesa Ágora -editada por la Sociead Cultural Gesto- que con el encabezado de Ágora Libertina, se dedica a propagar las doctrinas perniciosas de energúmenos de la literatura como Verlaine. Rimbaud o el mismísimo Marqués de Sade, por citar algunos.
Pues, como les veníamos contado, los citados individuos se aproximaron a última hora de la tarde al recinto ferial, acompañados de sus esposas y amigos, con dudosas intenciones. Nada más acceder al lugar el tal Conde posó ante unos carteles que hacían apología del desierto y la soledad interior. Para, porteriormente y en actitud indecorosa, cargar sobre su hombro a una seductora protagonista de comic.
A continuación ambos activistas intentaron componer un poema escrito a dos manos. Labor que desestimaron por considerarla excesivamente pesada.
No contentos con su actitud escandalosa, intentaron colocar su obra en el stand de Librería Paradiso y en algunos otros. Llegando a resultar extremadamente insistentes y machacones.
Llegados a la conclusión de que todos sus proyectos habían resultado fallidos intentaron subastar su obra e incluso su persona al mejor estilo top manta.
También, en un acto desesperado de última hora intentaron introducir sus poemarios en un stand de venta de excedentes de souvenirs de la extinta URS.
Ante la inutilidad de este último intento, trataron de dar un golpe maestro colocando sus propios libros en lugar de los de atrezo que figuraban en la sala de encuentros del certamen, hecho del que fueron disuadidos por los grupos de seguridad de la organización. Tras lo cual Samuel Stauwton intento liquidar a Jose Antonio Conde con tres disparos de pétalos de rosa, con la intención de reservar para si mismo los tres restantes.
En tanto sucedía esto la familia y los amigos movilizaban todos sus recursos para localizar a estos peligrosos infiltrados por todas partes, las gentes se divertían en las atracciones, otros ojeaban los libros de los stands, como es el caso de Ramón Fernández que en su eterna búsqueda de los filósofos antiguos y la viejas Vihuelas, no se había percatado de nada.
A la vista de todos los hechos acontecidos, hombres de gris, deslizándose sigilosamente por las paredes y entre los últimos vestigios de los astilleros gijoneses, redujeron a los agitadores y, tras ponerlos en manos del poder judicial, los condujeron al único lugar en el que deben de permanecer si queremos gozar de una sociedad tranquila y en calma que no precise esforzarse lo más mínimo en pensar: El Penal de Villabona .
Vaya, veo que no perdeis el tiempo por Gijón. Estupendas las fotos para saber lo que se cuece por esos lares. Abrazos y a ¿Samuel Stauwton?, también, por supuesto.
ResponderEliminarYo, en las fotos de los presidiarios pondría a alguno de esos politiqueros que nos están llevando a la ruina económica y moral, aunque no van a salirse con la suya. Somos más y más listos.