Este atípico otoño gijonés se resiste a realizar su ritual sriptease anual. Parques, calles y jardines lucen el colorido habitual de los comienzos de la estación y las hojas ornamentan las copas de los arboles, salvo en aquellos casos en que la labor de la poda a comenzado.
Quienes si se han vestido acorde a la altura del calendario en que nos encontramos han sido nuestros cielos. Ocres, sepias, naranjas y negros se entremezclan para dotar a la ciudad de un decorado siniestro, aunque bello, anunciador de lluvias amenazadoras que no acaban de precipitarse sobre la ciudad salvo en contadas ocasiones
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