En el concejo de Sobrescobio se encuentra esta admirable ruta, no por fácil menos bella, que se adentra en el Parque Natural de Redes.
El punto de partida nace en el pequeño pueblo de Soto de Agues, que aún conserva una parte importante de su tradición ganadera y de sus construcciones típicas.
A partir de este punto, comienza una pista de hormigón, protegida por vallas de madera que nos va conduciendo a lo largo de un angosto valle en el que abundan los castaños, robles, abetos, avellanos y toda una suerte de flora adornada por numerosos manantiales que penden de los costados de las laderas, correteando por entre los musgos y otros plantas típicas de terrenos cenagosos.
El sonido del agua va en crescendo, debido a la ploriferación de los rapidos y pequeñas cascadas que se suceden a lo largo del lecho y que tienen su origen en saltos mayores habidos en el último tramo del paseo. El conocido como Desfiladero del Alba. El musgo comienza a prodigarse los manantiales que atraviesan la pista son cada vez más numerosos y los troncos de los arboles son cada vez mas viejos y retorcidos.
De vez en cuando la mano del hombre se deja ver en la construcción de un abrevadero para el ganado, o una pequeña teja metálica para conducir el agua que se desliza por las laderas de la montaña. Pero los grandes personajes del escenario continúan siendo la botánica, la mineralogía y sobre todo el agua, bien en forma de elemento líquido o bajo la fórmula sonora que embarga el valle que, poco a poco va estrechándose hacia la garganta del río.
El verde de las copas de los árboles, de los prados y musgos el marrón de los troncos envejecidos el azul del cielo y los blancos de las espumas acuáticas conforman la inexistente bandera de esta comarca prodigiosa que invita a la paz y la reflexión, aunque en ocasiones sus troncos retorcidos generen monstruos, exclusivo producto de nuestra mente retorcida y manipulada
A los rápidos les suceden rincones de aguas remansadas. El
desfiladero se angosta y en sus profundidades reposan los restos de viejos
leños humedecidos, antaño poderosos y frondosos árboles. El gris de las paredes
rocosas se torna marco natural del verde
del paisaje ribeteado de azul celeste en lo más alto. Estrechas chimeneas
rompen la monotonía de los muros, para dirigirse insistentemente a las alturas. Mientras las
potentes raíces de los árboles atesoran avariciosamente grandes bloques de
piedra en un colosal intento de evitar un desprendimiento que parece inminente.
Del otro lado del pasaje angosto se abre nuevamente el valle, henchido del
color que le otorga la floración primaveral.
Es el fin de la ruta, a nuestro regreso podemos constatar la
diferencia de contemplar el paisaje desde el punto de vista opuesto.
JUAN GARAY, Mayo del 2012
Gracias Juan por tu excelente y extenso trabajo que hay que mirar con calmaaaa,por cierto eres un excelente fotografo acuatico,un saludo y Puxa Asturias!!!!!. p.d:Menos facebook y mas bloggggs!!!!
ResponderEliminar