Las buhardillas de Madrid son de todo menos modestas. Exhiben públicamente su impudicia, sus miserias, sentimientos y grandezas. No se ocultan a la mirada inquisidora del paseante y desafían los cielos en un intento, logrado a veces, de arrebatarles su espacio.
Las buhardillas de Madrid tienen conciencia de clase. Saben que desde el lugar privilegiado que ocupan pueden dominar la Villa y La Corte, porque, a pesar de su modestia, ellas poseen el conocimiento de todo cuanto acontece en la urbe.
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