miércoles, 7 de septiembre de 2011

PUERTO DEPORTIVO DE GIJÓN

Septiembre nos ha visitado mostrandonos su rostro más amable, el de un verano que, prácticamente, brilló por su ausencia durante los primeros meses del estío.


La inclinación del sol, ya perceptible en estas fechas,  arroja sobre el paseo del puerto deportivo una luz cálida, más propia de los primeros meses del otoño que de estos últimos dias estivales que, como suele ser habitual a estas alturas,  suelen durar hasta la                
 finalización del denominado veranillo de San Miguel.


Son estos los últimos días estivales en los que el turismo a abandonado, poco a poco nuestras costas y nuestras calles, aquellos en los que se puede pasear plácidamente por los rincones más hermosos de nuestra villa. Esta ciudad no tan de Jovellanos como algunos piensan si no la ciudad forjada a base de industria y emigración, de integración de culturas que poco a poco han ido impregnando
 nuestras pieles curtidas por el salitre.
Sobre la superficie de nuestras aguas reflejase el único oro que posee nuestra región, el de un sol, poco pródigo, bien escaso que los gijoneses y quienes aquí habitan  bien saben     aprovechar y apreciar.
Atrás quedaron los hacinamientos en los arenales playeros,
 las muchedumbres tomando las calles comerciales o las zonas de copas más frecuentadas, las terrazas llenas de gentes, cuando el tiempo lo permitía o las hordas arrasando todo cuanto encontraban a su paso en
 una Feria de Muestras obsoleta y carente de sentido o en la Semana Negra en peligro de estinción.
Gijón se queda ahora para sus habitantes, los playos, que en esos días grises de otoño e invierno, cuando las inclemencias del tiempo invitan a no abandonar el calor del hogar, sentirán nostalgia de todo cuanto antes habían maldecido. Las invasiones del turismo, los dias en los que una ligera subida del mercurio en los termometros se interpretaban como un calor insoportable, por aquello de la humedad ambiente, eterna compañera de nuestros cuerpos aspirantes al reuma, la artrosis y todas cuantas enfermedades conlleva el vivir frente al mar en estas latitudes.
Nos esperan días tristes y grises, quien sabe si no serán aun más oscuros como consecuencia de la crisis y las políticas que nos  vaticinan malos tiempos para la lírica.
Mucho me temo que la clase política pretenda transformar en yermo lo que antaño fuera jardín florido para las artes, porque, aunque ustedes no lo crean, Gijón ha sido durante muchas décadas un referente de la cultura nacional. Aquí se han gestado movimientos y eventos muy por encima de la media por habitante habida en otras autonomías. Es algo que ya ocurría en tiempos de la República, que ocurrio con el más triste franquismo y que continuó -y quizas fenezca- con la más reciente "democracia".


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