viernes, 23 de diciembre de 2011

ATRAVESANDO EL ATLAS

Tras varios días de estancia en Marrakech, no está de más tomarse un merecido descanso reparador. Deambular sin prisas por sus calles, gozar de sus terrazas o visitar algún lugar que nos ha quedado descolgado, como pudiera ser su cúpula Almorávide.


Construida por el segundo rey almorávide, Alí Ben Yusef, en el siglo XI, la cupula albergaba la fuente de abluciones de una mezquita ya desaparecida.




Podemos también emplear este último día de estancia en asistir a un restaurante típico marroquí con espectáculo, costumbre muy extendida entre los habitantes con más recursos de la ciudad 









Bastante relajados y un tanto descansados, podemos 
emprender la dura travesía del macizo montañoso de El Atlas. El trayecto que une Marraquech, con la puerta del gran Sur -Ouarzazate-. Aunque la distancia sea tan solo de 204 kmts. podría hacérsenos  inconmensurable de no ser por la hermosura y majestuosidad del paisaje- totalmente recomendable viajar con la CTM en caso de hacerlo en autobús-. Otras líneas resultan incomodísimas y un tanto inseguras.


  
Si bien en un principio los desniveles son aceptables aunque la carretera resulte un tanto estrecha, enseguida las cuestas comienzan a acentuarse hasta límites insospechados, lo que acentúa la grandeza del macizo y su inusitada belleza, solo perceptible si viajas en autobús o, al menos, si no se conduce.





En el camino vamos encontrándonos con pequeños asentamientos de población. Son villorrios con un puñado de casas hechas de piedra y de una suerte de hormigón confeccionado con barro y grijo, rematadas por un techo de paja y cañas.







La carretera serpea aumentando cada vez más la inclinación de su plano. Al fondo se vislumbran valles a los que solo en pocas ocasiones llegan los rayos solares, provocando un juego de luces y sombras realmente cautivador.







  Coronada la cumbre e iniciado el descenso, pronto nos encontraremos con los extensos valles flanqueados por el lecho del río Dra que nos irá acompañando a trechos hasta conducirnos al mismo Ouarzazate, puerta del desierto que nos ocupará en la próxima página junto a la ruta de las mil Kasbahs.  

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