miércoles, 14 de septiembre de 2011


LAS MIL CIUDADES DE PARÍS



Hay un París de postal, facilmente reconocible, incansablemente reflejado en el papel o bien en el celuloide de miles de películas. 

Tambien existe un París bañado por el Sena, en cuyos flancos se alzan imponentes mansiones, edificios historicos, Nôtre Dame, la eterna    la que a diario revienta nuestros tímpanos con el metálico sonido de campanas, como si Quasimodo perviviese vigilante en lo alto de los góticos campanarios.
                                       He visto tambien, tras largos años de ausencias, las tiendas de ultramarinos, ofrenciendo en las calles lo más precioso de sus mercancías dispuestas por la mano de un orfebre discipulo del dios Mercurio, divinidad protectora del comercio. Todo esto en un país pionero del fenómeno de las grandes superficies.
He maullado con los gatos sobre los grises tejados de zinc, por entre las tuberias metálicas de las chimeneas, junto a las viejas ventanas de las buhardillas
Usmeé con la nostalgia de los setenta los viejos puestos de helados, bebidas y comidas. Unico lugar de avituallamiento que, por aquellos años, resultaba accesible a los jovenes españoles, viajeros en pos de una libertad inexistente.
Recorrí con ansia desmesurada los viejos restaurantes, testigos mudos de intrigas revolucionarias y tertulias de pasados artistas e intelectuales.

Tropeceme nuevamente con el París de "El Beso"  que tanto inspiró a centenares de conocidos fotografos de la etapa más clásica. Comprobe que un beso será siempre un beso.
Pude comprobar que los árboles parisinos tambien lloran cuando son brutalmente talados por la mano inmisericorde del hombre, en aras de no se que progreso, sin respeto a la vida ni a los años empleados en constituirse en un ser noble y altivo que alivia con su sombra la dureza de los calores del estío. a la par que embellece el asfalto y hormigón de las grandes avenidas contaminadas por el dióxido de carbono de los automoviles, que ellos, pacientemente, transforman de nuevo en límpido oxigeno.    Parco, o nulo, agradecimiento el de los  ¡humanos.


                   
Los girasoles
Me encontre rincones íntimos, con una policromía agresiva, que parecían recien salidos de la paleta de Van Gogh, como si el desorejado pintor deambulase aún por las estrechas  y empinadas calles de Montmatre. Buscando atrapar en su paleta la luz grisacea del Paris de la luces. Tal fué la sensación sentida al darme de bruces con aquel ramillete colocado sobre el mostrador de aquel merendero de Montmatre.



Montmatre, ese viejo barrio, antaño bohemio no es si no hoy un inmenso bazar para ávidos turistas en busca de un recuerdo que llevarse. Me comentaba un viejo pintor que en ese barrio pueden encontrarse multitudes de falsos pintores entremezclados entre ingentes masas de verdaderos turistas.  A esto, y peores cosas aún, nos ha conducido el gran Mercado Global. Pero, pese a todo ello, el barrio sigue dejando cierto regusto a la desaparecida bohemia de antaño.

Paris es una ciudad moderna que no renuncia a viejas costumbres, en sus aparcamientos específicos se amontonan cientos de bicicletas que continuamente vemos circular por su calles, incluidas las más céntricas
La ciudad en si es un verdadero museo vivo sobre la arquitectura del Hierro. Bocas del metro, antiguas estaciones de ferrocarril -algunas de ellas transformadas en museos- constituyen una muestra inapreciable de aquel estilo arquitectónico. No podemos conformarnos con la visita a la Torre Eiffel que, si bien puede ser la más conocida y espectacular, en ningún modo resulta lo más representativo y creativo de este movimiento parisino.

Ejemplo clásico de la perfecta combinación surgida del crisol de un alquimista es la cúpula de La Fayette fusión de hierro y vidrio en equilibrio inmejorable.
Existen otros tipos de ciudades en el interior de París uno de ellos es el de la ciudad de los contrastes entre la ciudad histórica y clásica y la moderna y equilibrada Defense, que todo viajero debería visitar para perderse en sus amplias avenidas y admirar el equilibrio mágico de sus volúmenes.



 Quedan por otro lado los múltiples puentes del rio Sena que unen ambas orillas de la emblemática Ciudad. De un lado El Barrio Latino, Invalidos, Montparnasse, Torre Eiffel y Jardines de Luxemburgo, entre otros. Del otro Nôtre Dame, Louvre, La Madaleine,
La Madaleine, Arco de Triunfo, Concorde, Opera, Louvre, Pompidou, La Marié, Montmatre o los Grandes Bulevares, sin olvidar la Gare de Lyon. Tambien tenemos el París palaciego del que no podemos olvidar el gran Versailles ya en el  extrarradio.
   Queda por último el otro París, el de la música, el de los libros y, como no, el del amor






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